Se acerca el momento. Muchas, incluso, se han celebrado ya. Desde que arranca diciembre se abre la veda de uno de los eventos más extendidos en el mundo empresarial español: las cenas de navidad. Hay quien las detesta y busca cualquier excusa para no ir, pero también quienes las tienen por un acontecimiento señalado en rojo en el calendario y un evento para el que preparar una auténtica liturgia. Compañeros, jefes o subalternos en un ambiente más coloquial, incluso con alcohol de por medio, convierten esta festiva reunión en una manera de descubrir a las personas con las que compartimos trabajo de una forma más cercana.

Pero además de todo lo que implica el acto en sí una vez llegado el día, en muchas ocasiones las cenas de navidad son un reto organizativo para el personal de las empresas. Tamaño acto merece la más minuciosa de las preparaciones, pero depende mucho del volumen de personal y la estructuración de la compañía: una empresa en la que trabajen cuatro personas tardará cinco minutos en organizarse, consensuar un restaurante y llamar para hacer la reserva, pero no todas tienen esa suerte.

Otra historia son las grandes empresas: las que cuenten con miembros de su plantilla dedicados a los eventos y las relaciones públicas tendrán fácil solución, delegando en esa parte de su staff la organización de la cena de navidad. En las que no, muchas son las costumbres a seguir para lograr un acuerdo que satisfaga a buena parte de los compañeros: encuestas online, hilos de correos electrónicos interminables, propuestas de fechas y lugares que difícilmente contentan a todos… O incluso llegan a ser un tedio.

Para lograr el éxito, nada como seguir dos patrones básicos: iniciativa y previsión. El primero implica que alguien dé un paso al frente y tome la voz cantante a la hora de movilizar a sus compañeros. Quizá sea una tarea ingrata, pero es necesaria para la armonía de la empresa. La segunda, que esa iniciativa llegue a tiempo. Estas fechas muchos son los restaurantes en los que cuesta encontrar mesa, dificultad que se agrava en el caso de cenas de navidad con mucha afluencia, por no hablar de grandes compañías que requieran locales enteros o salones de celebraciones para que todos sus empleados puedan compartir mesa. Una vez salvado el trago de la organización, sólo queda disfrutar.